16 de marzo de 2011

desequilibrio

Como si hubieras perdido a algún juego del alma, con las ventanas abiertas y las puertas a medio cerrar, imaginando que ya no imaginas nada y que las nubes no son más que los trozos de papel con los que te arrancas los restos de rimmel de los ojos.

Las pompas han pasado de ser la ilusión de tu infancia, las rejas de tu adole-scencia, para ser jabón, con el que lavarte las heridas.

Estas letras sólo caben un punto [dos tres cuatro cinco] de desequilibrio y amoralidad. Están más cerca de la hipocresía que del escepticismo. Aún cuando todo sea teatro, los telones se ensucian, las escenografías se montan –y desmontan- y las horas de ensayo son infinitas noches. Pido que las noches sean infinitas. Aunque no todas sean de bar, porque sin humo ya no tienen tanto encanto.

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