14 de mayo de 2011

de paraísos artificiales

Le costaba respirar por el calor que hacía -la reciente prima-verano en marcha, rompiendo esquemas, liberando pasiones- y la humedad que ella misma provocaba. Recreaba, con su propio mecanismo de músculos, esa sensación de saber que no estaba del todo confortable –ni quieres-, pero terminó saboreando el estado, sobre todo al saber que era la principal y honrosamente causante de su incomodidad. Sonrió, siendo consciente de ese poder, de saberse por un retazo-espacial-de-tiempo productora y dueña de ese momento. Sobre algunas zonas de su cuerpo comenzó a precipitar. Una habitación, ella, Dancing with myself y unos pantalones ya en el suelo. Introdujo su mano dentro de su pelo, que llevaba recogido. De pronto, el tacto de su pelo resultaba más que extraordinario. Comenzó a destilar una a una cada una de las horquillas, colocándolas con sumo cuidado sobre la mesa blanca, en paralelo. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Siempre prefirió los números impares. Miró por la ventana. Tormenta de verano. Los vecinos tenían una buena montada. Parecía que duraría toda la noche.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nos hacemos unos números impares este viernes... aviso a la rubia, para el equilibrio estático? ;P